La aceptación nos permite vivir en paz y cambiar lo que puede ser cambiado sin traumas, con eficacia. Se destaca a menudo la importancia de tener una misión, de enfrentarnos a nuestros miedos, de tener confianza en nosotros, pero es básicamente importante saber aceptar la realidad tal y como es.”
Carl Jung
Es una gran paradoja, pero es muy difícil cambiar aquello que primero no hemos aceptado.
No se trata de volvernos pasivos, de dejar de querer que las cosas cambien. ¡No! Me refiero a un estado interior que podemos aprender a cultivar. Cuando no aceptamos algo somos como esa gacela asustada a la que persigue la leona: recorre una gran distancia … pero no va a ninguna parte. Esa huida nos da la impresión de progresar cuando lo único que hacemos es desplazarnos con el mismo problema que nos persigue (¡dichosa leona!)
Estamos reaccionando en lugar de actuando.
Cuanto más en paz nos encontremos respecto a una situación difícil, menos poder tendrá esta sobre nosotros y menos impacto sobre nuestro futuro.
Aceptar nos libera.
Criticar y rechazar nuestros problemas es comprensible, pero no nos ayuda a liberarnos de ellos; al contrario, el esfuerzo se vuelve todavía más arduo. Las emociones intensas y negativas que nos causan las situaciones difíciles nos atan a ellas: “Aquello a lo que te resistes, persiste”
El momento presente es la única plataforma –por imperfecta que sea- a partir de la cual podemos proyectarnos sanamente hacia el futuro. Todo merece ser aceptado, incluso lo que nos parece que no es digno de tal.
Aceptar nos libera. Criticar y juzgar nos paraliza, sea lo que sea.
Es importante la aceptación para sentirnos en paz con nosotros mismos, pero también para cambiar con mayor eficacia los aspectos de nuestra vida que nos van minando.
Te mostraré un ejemplo:
Imaginemos que peso 15 kilos de más, y que estoy en guerra contra cada uno de los gramos que me sobran. Me resisto a mi imagen cuando me miro en el espejo; me siento constantemente en tensión; me visto mal porque me siento mal (y además compro ropa de una talla inferior, lo que me hace sentir todavía más gorda). Quisiera perder todo el peso excesivo enseguida, y me desanimo ya que mi espera es no es realista.
La frustración y el estrés me provocan más ganas de comer, como una manera de aturdirme y de consolar mi tristeza. Puesto que me siento en lucha continua tendré la impresión de tener que hacer un esfuerzo muy grande para perder peso, cuando en realidad realizo poco cambios concretos en mi estilo de vida y en mi alimentación.
Gasto mi energía luchando en mi cabeza y gestionando mis emociones.
Imaginemos ahora que deseo perder esos 15 kilos, pero que me siento en paz conmigo misma respecto a mi sobrepeso. Primero, no perderé energía culpabilizándome y critincándome y la reservaré para invertirla en acciones que me permitirán adelgazar de verdad. Estaré más atenta a los indicadores de saciedad cuando como, puesto que el estrés y la frustración no me impulsarán ya a comer en exceso. Sintiéndome bien en mi cuerpo tendré ganas de moverme, de hacer ejercicio; en fin, de respetar mis necesidades fisiológicas. Sintiéndome más feliz atraeré a mi vida cosas más hermosas.
Aceptar es sinónimo de soltar lastre; dejamos de resistirnos y disponemos de más energía para progresar de verdad.
Quiero hacer una observación importante: a veces ocurre que cansada y agotada de luchar contra una situación difícil, nos resignamos a vivir con ella. Esto es justo lo contrario de la aceptación. La persona que se resigna a algo lo hace únicamente porque ya no tiene fuerzas para luchar; pero en el fondo continúa resistiéndose a la situación…
Otra aclaración: aceptar no es sinónimos de querer o aprobar. La idea no es querernos convencer de que nos gusta nuestro sobrepeso o nuestros problemas. Si tienes un viejo coche y no dispones de momento de los medios para cambiarlo por uno nuevo, no te pido que te fuerces a encontrarlo estupendo o que le busques cualidades maravillosas. No, no se trata de que te fuerces a que te guste tu SEAT 127, sino de que tú te gustes lo suficiente como para no perder tu equilibrio interior por ello. Lo mismo para todas las situaciones que te agobian.
No necesitas querer el problema, sólo tienes que quererte a ti mismo lo suficiente para no permitir que el problema se apodere de ti.
Si no nos resistimos con todas nuestras fuerzas a una situación nos será más fácil salir de ella, porque utilizaremos la energía en ponernos en acción en lugar de oponernos a los que no queremos. En lugar de quejarte aprovecha los buenos aspectos de la situación. La vida es la vida, se trata sólo de algo que está pasando, y todo lo que sucede es instructivo de alguna manera u otra, es lo que va conformando nuestra experiencia vital.
Beatriz dice
Es cierto pero se torna difícil es una lucha interne q lleva un proceso de preparación de la mente y a veces no tenemos las herramientas me encantaría poder seguir recibiendo estos textos. Gracias y saludos