Todo en nuestra vida comienza con una esperanza, un sueño, un deseo, una ilusión que surge en nuestra mente. Cualquier objetivo conseguido tiene su origen, pues, en un pensamiento. Tanto es así que acabamos convirtiéndonos en lo que pensamos la mayor parte del tiempo.
Nuestro mundo exterior es un reflejo de nuestro mundo interior; tratamos, de manera inconsciente, de ser coherentes con nuestros pensamientos más íntimos. Si creemos que somos inteligentes, realizaremos acciones inteligentes, si creemos que somos torpes, aumentaremos nuestros errores y equivocaciones.
Las metas son la clave para una vida feliz y satisfactoria. Cuando alguien afirma no ser feliz posiblemente sea porque no se ha propuesto un objetivo específico en su vida, sino que se limita a desarrollar una actividad tras otra sin centrarse en nada concreto.
Es fácil caer en la trampa de estar muy atareadas, creyendo que avanzamos. Sin embargo el verdadero crecimiento siempre va unido a la certeza de que tenemos unas metas que nos guían y de que nos dirigimos hacia ellas.
El cerebro humano dispone de un mecanismo: el sistema de activación reticular (SAR) que es una especie de sistema automático de consecución de metas. El sistema de activación reticular se encuentra en el córtex de nuestro cerebro; cuando le enviamos un mensaje relativo a nuestra meta se pone en marcha un proceso que determina aquello en lo que nos vamos a fijar y a lo que prestaremos atención, aumentando nuestra consciencia y alerta ante todo aquello (personas, información y oportunidades) de nuestro entorno que nos ayudará a conseguir nuestras metas.
Por ejemplo, se te ha ocurrido cambiar de coche y andas pensando en un determinado modelo y color. Empiezas a pensar y a imaginarte ese coche con todos sus detalles. Este proceso envía a tu córtex reticular el mensaje de que ahora ese coche es importante para ti. La imagen del coche aparece como objetivo en tu “radar mental”.
A partir de ese momento descubres que hay coches de ese tipo por todas partes! Aparcados en el supermercado que frecuentas, circulando por la carretera, en los escaparates de los concesionarios de coches. Obviamente esos coches ya estaban en la ciudad antes de que a ti se te ocurriese pensar en cambiar de coche, pero ahora que tu SAR se ha activado al saber lo que quieres y pensar en ello, cuando entras en un aparcamiento con cientos de coches, inmediatamente tu atención se focaliza en el modelo que has decidido comprar, como si tuviese un brillo especial que lo hiciese destacar del resto.
Otro ejemplo, si has estado embarazada (o tu pareja o una persona muy ligada a ti)
seguro que te ha pasado que de repente ves embarazadas por todas partes, ¿Pero dónde se habían escondido antes todas estas mujeres? 😉 Evidentemente siempre hay una proporción similar de mujeres embarazadas entre la población, pero hasta ese momento no te fijabas en ellas.
No importa el tamaño de tus metas. Si te fijas metas pequeñas, conseguirás metas pequeñas; si te fijas grandes metas, conseguirás metas grandes.
Y algo muy importante que nunca debes olvidar: hay que pagar el precio. Nada valioso se consigue sin entregar nada a cambio. El precio se estipula en varias «monedas»: tiempo, esfuerzo, emoción y dinero. Tienes que estar dispuesto a pagar ese precio, a hacer lo que tengas que hacer, sin excusas ni fatigas.
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