En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo.”
Franz Kafka
No suele ser fácil mantenerte en tu camino y más cuando de alguna manera vas en contra de la opinión de la mayoría.
¿Qué eliges tú cuando te encuentras en la encrucijada entre la verdad y el error?
Nuestra tendencia natural es responder que elegimos la verdad, por supuesto ¡faltaría más!
Pero, ¿y si la verdad supone quedarte solo? ¿La sigues eligiendo? ¿O prefieres la seguridad del grupo, aunque sospeches o incluso puedas estar seguro de que el grupo está tremendamente equivocado?
Puede que también respondamos aquí, que ¡claro que defenderemos la verdad aunque suponga luchar contra la mayoría!
Pero, no nos engañemos, no es esa la actitud mayoritaria de las personas, ¡no todos somos valientes Don Quijote como creemos o decimos ser! 😉
¡Muy al contrario!
Está más que demostrada la influencia determinante del grupo sobre las opiniones de los individuos y en sus decisiones en principio personales.
El poder de las masas muchas veces se ejerce por el poder de la conformidad en los grupos, como se ha demostrado en varios experimentos.
Solomon Asch, psicólogo norteamericano, realizó en 1951 un estudio sobre la “teoría de las mayorías” en el que demostró que el 37% de los participantes prefería sumarse a la respuesta de la mayoría de las personas aunque les pareciese que no era la correcta y en cambio sí que estuvieran seguros de la suya propia.
El experimento se desarrollaba de la siguiente manera:
Se creaba un grupo de 11 personas, de las cuales 7 eran colaboradores de Asch con las instrucciones concretas de expresar sus opiniones antes de que lo hicieran los otros 4, que eran los auténticos objetos del estudio, y que ignoraban que había 11 personas “infiltradas” por lo que pensaban que todos los participantes respondían de manera independiente como ellos.
Se les mostraba un par de cartas con el dibujo de unas sencillas líneas sobre las que tenían que responder una serie de preguntas muy obvias. En ocasiones, el investigador decía a sus colaboradores que contestaran mal a propósito. Y luego observaba las respuestas de las personas que respondían libremente.
O más bien que creían responder libremente, porque lo que comprobó es que 3 de las 4 personas objeto del estudio, coincidían con las respuestas erróneas dadas por los colaboradores en al menos una ocasión. Y 1 de cada 4 coincidía en la mitad de las veces.
Los experimentos de Asch demostraron científicamente la influencia determinante del grupo en las opiniones de los individuos.
Pero quedaba una gran incógnita:
¿Las personas que se dejaban influir por la mayoría lo hacían sabiendo que esas respuestas en verdad eran incorrectas o es que la presión del grupo les alteraba su capacidad de percepción y juicio y entonces les parecían correctas?
A esta pregunta dio respuesta recientemente el neuroeconomista, psicólogo y escritor Gregory Berns, junto con un grupo de investigadores de la Universidad de Atlanta, utilizando la tecnología de resonancia magnética para observar el cerebro en funcionamiento en el momento de la toma de decisiones.
Reunieron un grupo de 32 voluntarios a los que se les mostraba unas imágenes tridimensionales y se les pedía que las rotaran mentalmente para determinar si eran iguales o no. Mientras esperaban su turno, los sujetos entraban en contacto con 4 personas, que en teoría eran también voluntarias para el experimento, pero que en realidad eran colaboradores infiltrados del equipo de Berns, dispuestos a falsear las respuestas según las indicaciones previas del investigador.
Cada participante entraba por turno en la máquina de resonancia magnética para captar una fotografía del proceso de reflexión. Antes de solicitar las respuestas a cada sujeto, se le mostraba las que habían dado los demás.
Los individuos hicieron suyas las respuestas erróneas expuestas por el grupo en una media superior al 40 %. En este caso, además, los colaboradores infiltrados ni siquiera eran mayoría en el grupo y aún así impusieron su opinión a los demás al expresarla con seguridad y convicción antes de que cada individuo expresara la suya personal.
Berns observó a través la imagen del cerebro que cuando la persona estaba en desacuerdo con la opinión de los demás se activaba la amígdala, que está relacionada con las emociones y el miedo, y que cuando respondían de la misma manera que la mayoría, disminuían sus niveles de estrés.
De los experimentos realizados por Berns se deduce que la incomodidad de estar solo puede hacer que una persona prefiera adherirse a la opinión de la mayoría aunque la crea errónea en lugar mantener la suya propia que considera auténtica.
Una persona puede mantener su opinión y su decisión y perseverar en ella si cree sinceramente en ella. Pero asumiendo que dicha decisión puede suponer un coste personal en términos de inseguridad o temor frente a la presión del grupo.
¿Por qué vamos con la mayoría, incluso cuando sabemos que está equivocada y que nosotros tenemos razón?
Son muchos los motivos, la mayoría basados en el miedo:
- Miedo a ser rechazado
- Miedo a la exclusión
- Miedo a sentirse diferente
- Miedo a ofender a los demás
- Miedo a estar solo
- Miedo al ridículo
- Miedo a la incertidumbre
- Miedo a equivocarse
El miedo de estar solo puede hacer que una opinión mayoritaria parezca más atractiva que ceñirse a las creencias propias. Lo vemos a diario en las ideas políticas, en las manifestaciones varias, en las opiniones sociales sobre cualquier tema, en las actitudes políticamente correctas, en la recién pasada pandemia, etc.
La mayoría de personas se sienten más seguras estando equivocadas con el grupo que a solas con la verdad.
¡Tremenda conclusión!
Decía Erich Fromm en su ensayo “El miedo a la libertad” que la vida libre se ve en ocasiones como una carga más difícil de sobrellevar de lo esperado, por lo que genera rechazo y miedo. Por eso, en muchas ocasiones, el primero que viene con respuestas claras y firmes, sean las que sean, termina venciendo.
Para contradecir en voz alta lo que dice la mayoría:
- Hay que tener valentía
- Rechazar todos los miedos anteriores
- O más bien, estar dispuesto a abrazar todos esos miedos como el precio a pagar por tu libertad.
Tal vez yo sea un poquito radical, lo confieso, y me gusta ir contracorriente, no me da miedo y hasta siento cierto confort, por eso me gusta aplicarme siempre y en toda ocasión lo que decía Mark Twain:
“Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar.”
¿Y tú? ¿Qué opinas? ¿Cómo actúas?
¿Eres capaz de enfrentarte a la mayoría para luchar por tu libertad?
LIBRO RECOMENDADO: (Haz clic en la imagen.)
«Contra la mayoría» de Jano García
Roberto dice
Hola Sra o Sta Isabel felicitaciones por este interesante artículo como siempre y como todos. Radical , para nada o sea en absoluto. ,eso es una verdad , eso efectivamente es así . Y claro si toca abrazar los miedos e ir a contracorriente con todo lo que ello pueda implicar, toca , es que no queda de otra.
Saludos y gracias por este excelente artículo.