Quien bucea sabe que alcanzar la flotabilidad neutra es un arte.
No se trata de hundirse ni de flotar sin control.
Se trata de encontrar ese punto mágico en el que el cuerpo parece suspenderse en el agua.
Ni arriba ni abajo. Simplemente en equilibrio.
En la vida pasa lo mismo.
Nos movemos entre corrientes que nos arrastran: emociones intensas, miedos profundos, pasiones desbordantes, anhelos y frustraciones, sueños logrados.
A veces subimos demasiado rápido, impulsados por la euforia de un logro. Por cierto, mal asunto si estás en el mar.
Otras, nos hundimos con el peso de una decepción. También mala cosa si te sumerges rápido sin compensar los oídos.
Y en ese vaivén, buscamos sin darnos cuenta nuestro propio punto de flotación. No se trata de flotar en la superficie, sino de ser capaz de frotar en la profundidad exacta.
El buceador aprende pronto que no es cuestión de fuerza. No se trata de aletear más, ni de luchar contra el agua.
La flotabilidad neutra nace de la conciencia y el ajuste fino: añadir o quitar un poquito de aire en el chaleco, una respiración más calmada.
Es un arte de atención a lo pequeño, pero fundamenta, no de esfuerzo.
Así también es la vida.
No nos equilibramos corriendo más, ni intentando controlarlo todo a la vez y de manera perfecta.
Lo hacemos afinando lo invisible: la forma en que respiramos, lo que creemos posible, el modo en que interpretamos lo que nos sucede, la forma en que agradecemos, la manera en que vemos los pequeños milagros del día a día.
Son estas microdecisiones las que nos mantienen a flote, no los grandes gestos.
La flotabilidad neutra no significa inmovilidad.
Precisamente es ese equilibrio que nos permite avanzar con un menor esfuerzo.
De la misma forma, en la vida, el tratar de encontrar el centro no es para detenernos por que no es un punto de llegada, sino para movernos con mayor libertad.
En lugar de dejarnos arrastrar por las corrientes, elegimos el destino y ajustamos el rumbo,
Y sí, claro que habrá siempre altibajos.
En el buceo, un cambio de profundidad, un cambio en las corrientes, un encuentro con la vida marina, exige reajuste.
En la vida, una experiencia inesperada, buena o mala, nos obliga a recolocarnos.
Pero ahí está la sabiduría: reconocer que cada subida o bajada es temporal.
El equilibrio no es estático, es dinámico.
Cuando buceo y alcanzo la flotabilidad neutra, siento ligereza, serenidad, una especie de comunión con el mar. También he de confesar que no es fácil ni lo consigo de manera perfecta en todas las inmersiones, pero es ahí hacia donde me dirijo.
Y cuando en la vida logro ese mismo estado, aunque dure un instante, siento exactamente lo mismo.
La certeza de que estoy en mi lugar.
Quizás esa sea la verdadera lección del buceo:
El agua nos enseña que vivir en equilibrio no es dejar de moverse, sino aprender a danzar con las corrientes.
A bailar con el miedo como dice Tony Robbins.
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«La cara positiva de las emociones negativas” de Isabel Sales
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ISABEL!!
GRACIAS GRACIAS por esto de la flotabilidad!!
excelente!
y justamente, también, porque me encanta bucear, es una metáfora o comparación fabulosa (ni te cuento cuando lo haces en aguas frías y te pones el traje estanco, es complicadísimo encontrar el punto …).
Lo copio para mi, y lo implementaré así, con todo el significado que le has dado!!
gracias!
atte
walter falcone
PD: me autorizas copiarlo y «pegarlo» en una publicación en Facebook?? con tu nombre y autoría…