Es posible que el título de este artículo te haya traído a la mente el famoso libro homónimo que tuvo tanto éxito en los años 80 y que planteaba pruebas arqueológicas sobre la existencia de los extraterrestres (bueno, si ya tienes cierta edad como yo 😉
Pero, no, no vamos a hablar ahora de extraterrestres sino de nuestro futuro, el futuro personal de cada uno y de cómo, de la misma forma en que tenemos recuerdos del pasado, podemos crear recuerdos del futuro.
¿Cómo?
Pues conociendo la manera en que nuestro cerebro codifica el tiempo y las experiencias.
Según explica el Dr. Lair Ribeiro en su libro «Crea tu futuro»: si tú no creas tu futuro, alguien lo hará en tu lugar, y tal vez de un modo que no sea de tu agrado.
Pero, ¿cómo puedo “crear” mi futuro?
La primera fase es la elección. Hay que elegir las acciones. Aunque en realidad estamos eligiendo todo el tiempo, la mayor parte de las personas no suelen ejercer de un modo activo su capacidad de elegir. Son verdaderas marionetas de un supuesto destino, desconocido pero inflexible.
Entonces, ¿quién determina mi comportamiento?
Pues, por curioso que parezca no soy yo mismo, sino mi estructura psicológica.
Veamos un ejemplo:
¿Por dónde se entra en una habitación? Seguramente responderás que por la puerta. La puerta determina, pues, el camino. Si se quisiera entrar por otro sitio, por donde la pared no tiene aberturas, habría que cambiar la estructura del edificio derribando paredes y abriendo otras puertas o huecos.
De manera similar si no cambias tu estructura psicológica, no cambiarás tu manera de elegir y comportarte. Pasa lo mismo que con la habitación: entrarás y saldrás por la puerta y de nada te servirá tomar la decisión de hacer cambios personales, pues estarás proponiendo algo que no harás porque no puedes si no cambias.
Eso es lo que ocurre con la mayor parte de las decisiones que tomamos en Año Nuevo: hacer deporte, dejar de fumar, estudiar inglés, ser más puntual, autoafirmarse más, etc. Es decir, tomar decisiones distintas siendo los mismos
Si así pasa que si el cambio exige mucho esfuerzo, no se hará efectivo.
Porque la fuerza de voluntad por sí sola no resuelve nada. Es como sostener un globo lleno de aire debajo del agua. O como decidir no comer para adelgazar. Llega un punto en que te das por vencido.
Tu estructura psicológica determina cuál es el camino más fácil para ti, así como el cauce de un río señala por dónde discurrirá el agua.
Pero puedes cambiar tu estructura psicológica porque esta es dinámica. Para lograrlo es necesario que identifiques las estructuras que gobiernan tu vida y que las transformes. De este modo tendrás poder para crear lo que realmente quieres.
No te limites a lo que crees que es posible ahora.
Sitúate en el punto del futuro en el que deseas estar y analiza hacia atrás los pasos que tienes que dar y, en especial, en la persona en que te tienes que convertir para darlos.
El secreto es trabajar en tu estructura psicológica. Si te propones algo que no esté de acuerdo con tu estructura psicológica podrás incluso realizar algún cambio, pero por poco tiempo.
Cada vez que se da una contradicción de este tipo, tu sistema inmunitario se ve afectado. Tu cuerpo acabará pagando un precio en forma de enfermedades y situaciones difíciles. Pero si existe un acuerdo entre lo que te propones y tu estructura psicológica, podrás conseguir tus objetivos.
Supongamos que los neumáticos delanteros de tu coche se gastaran cada dos meses y que fueras al taller y el mecánico te dijera que si no se hace la alineación de las ruedas no se resolverá el problema y los neumáticos nuevos se gastarán otra vez en poco tiempo.
La clave no está en cambiar sólo los neumáticos, sino en alinear las ruedas.
De la misma manera es necesario que identifiques las estructuras que gobiernan tu vida y que las cambies.
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