La última vez que estuvimos juntas en Roma fuimos a pasear por El Vaticano, a dar gracias por nuestras vidas y a celebrar nuestra amistad, nunca imaginé que la siguiente vez que pisaría Roma sería para asistir a tu funeral, Mody.
Nos conocimos en 2008 en la preparación del evento con Tony Robbins que se celebraría en Italia los años siguientes. Al inicio nuestra relación fue por trabajo, pero muy pronto derivó en una profunda y querida amistad. Eras más joven que yo, pero recibía con gusto todos tus consejos no sólo profesionales sino también para una vida más plena, fuiste mi maestra sin duda.
Eras capaz de las más increíbles negociaciones en este mundo tan complicado de los negocios manteniendo la serenidad, transmitiendo paz y, sobre todo, sin jamás traicionar tus principios y valores. Trabajadora infatigable, siempre dispuesta a aprender y sobre todo a compartir, porque tu generosidad sólo era comparable a la sonrisa que siempre nos regalabas.
En una ocasión me dijiste que deseabas que nuestra amistad fuera como “I sassi del Colosseo” (las piedras del Coliseo), y así será porque siempre pervivirás en mi corazón, “mia cara sorella italiana”.

TRISTEZA
(Del libro: “La cara positiva de las emociones negativas” Isabel Sales)
Sentimos tristeza en todo cambio que implique una pérdida de algo que apreciamos o que consideramos importante en nuestra vida.
Hay muchos tipos de pérdida, especialmente la de un ser querido; nada causa más dolor que la pérdida de un hijo.
Pero también puede ser por el alejamiento de un amigo; por la pérdida de una relación, de un objeto o de una posesión apreciados; por la disminución de una capacidad, de una función; por la pérdida de la salud o de una parte del cuerpo; por la pérdida de la confianza en nosotros mismos debido a un fracaso o por la pérdida de esperanza con respecto a una meta; por no haber conseguido un objetivo profesional; por un cambio de trabajo o de lugar de residencia, etcétera. La tristeza también puede ser debida a una decepción o a un daño que afecte a otra persona.
Desde la perspectiva evolucionista, la función adaptativa de la tristeza es la reintegración, es decir, permitirnos que nos recuperemos emocionalmente de la pérdida y que generemos nuevas estrategias y planes de vida.
Estar tristes nos permite aceptar la pérdida, buscar recogimiento, centrarse en uno mismo, reflexionar, valorar lo que es importante, facilitar la asimilación del proceso de duelo o pedir acompañamiento y ayuda.
La tristeza es una emoción que aparece en segundo lugar, una vez pasadas la ira, la vergüenza o el estupor ante una mala noticia, sea la que sea.
(…)
La tristeza es, pues, una etapa obligada antes de la aceptación completa de la pérdida. Llegados a un punto en que nos damos cuenta de que no podemos cambiar nada respecto a ciertas situaciones, hay que asumirlas.
La fase de tristeza significa que hemos comprendido el alcance del acontecimiento y que lamentablemente no podemos hacer nada. Hay que continuar nuestra vida sin lo que hemos perdido y eso nos hace sentir tristes.
Al mismo tiempo, es el inicio de la cicatrización. Si no pasamos por la fase de tristeza es muy posible que estemos todavía en la fase de negación o de ira respecto al acontecimiento, y que permanezcamos en esas fases durante mucho más tiempo de lo que es conveniente y que no avancemos.
En resumen, la tristeza:
- Ayuda a aceptar el dolor de la pérdida.
- Posibilita la valoración de otros aspectos de la vida.
- Reclama la ayuda de otras personas.
- Fomenta la aparición de la empatía y cohesión con otras personas.
- Permite que la persona reconstruya sus recursos.
Hay diferentes niveles en la tristeza, desde sentirse decepcionado, apenado, sobrecargado, abrumado o afligido, hasta sentirse desconsolado, impotente o deprimido. Todos ellos se caracterizan por una falta de energía.
Aunque la tristeza suele acompañar habitualmente a una pérdida, también nos podemos sentir tristes por falta de ilusiones, de metas o de pasión por la vida. O por creencias irracionales o por una visión pesimista de la vida. Por tanto, es importante identificar en primer lugar la causa de esa tristeza.
Si se trata de una pérdida, la principal necesidad es la de poder expresar el dolor y sentirse reconfortado, de que exista un espacio para el duelo por dicha pérdida. Aquí la atención social es importante, porque la tristeza es una emoción que necesita de la ayuda de los demás, es como una petición de auxilio emocional. Por lo tanto, es necesario mostrarla en un contexto en el que seamos comprendidos para recibir el apoyo y el cariño de familiares y amigos cuyo consuelo puede ser de gran ayuda para empezar a curar la herida de la pérdida.
(…)
Reivindico el derecho a la tristeza que acompaña a la pérdida de un ser querido. Quiero poder llorar sin lamentarme, quiero replegarme en mí misma, acurrucarme y dejarme consolar si es necesario, y no quiero que nadie me haga sentir culpable por estar triste.
¡Estoy triste, sí!
LIBRO RECOMENDADO: (Haz clic en la imagen.)
«La cara positivas de las Emociones Negativas». Isabel Sales